lunes, 14 de septiembre de 2009

Hoy papeo aquí

Como tengo un horario de suertudo, voy a comer a casa todos los días. Aprovecho y de camino recogo a los chavales a su salida del instituto. Pero hoy me quedo a comer, que toca sesión doble.
En este polígono, o pologonillo visto el tamaño de algunos que he visitado, no hay demasiado tráfico de camiones. En su mayoría son talleres, pequeñas industrias, alguna tienda de mayorista tipo ferreterías y eléctricas y algún que otro almacén. Así que casi todos tienen horario de comercio, o sea cierran a la una y media y vuelven a abrir a las cuatro. Para esa hora, las cuatro, yo no suelo estar por aquí, que ya me he largado con viento fresco.
Ergo a las tres cierro la puerta y me encamino al comedero que está un par de calles más abajo. No es exactamente un comedero, que los de la cocina tratan de cuidar la calidad y además lo consiguen: por 8,50 leurillos te atizas un primero, un segundo y postre, más agua o vino o cerveza. Abundante y bien despachao. Caféses aparte.
Para mi chungo, que con mi curro de sentadillo, si me paso, luego lorzas a gogó.
El caso es que el trayecto de mi nave al comedero, de unos diez minutos a patilla, se me hace sumamente extraño. No hay nadie por la calle, no pasan coches ni camiones, apenas se oye ruido, los perros sin collar campan a sus anchas. Un gato se arriesga a cruzar delante de mi.
Camino por la acera, solo, al sol, viendo los portones cerrados, los coches aparcados ante la puerta, y no me cruzo con nadie.
La impresión es un poco marciana la verdad. Hay vida porque hay cables y luces que alguien ha olvidado apagar y se oyen alarmas a lo lejos y algún bocinazo. Pero si no lo supiera, diría que todo el mundo acaba de salir de estampida dejando lo que estaban haciendo. Eso sí, teniendo cuidadín de cerrar las puertas antes de salir.
Inevitablemente, el paseo me pone melancólico y metafísico y me hago preguntas: ¿esta es mi vida? ¿Aquí curro/vivo yo? ¿Tanto estudiar para esto?
Abrir la puerta del comedero y escuchar la algarabía de las voces, los cubiertos, los gritos de los camareros, la tele a toda pastilla, la máquina tragaperras, su tabaco gracias, las risotadas de los que están en la barra con los cafeses, me saca de mi estupefacción.
Vuelta a la vida.
A la de 8,50€.

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