lunes, 5 de octubre de 2009

Chuchos poliganeros 1


Dentro de la procelosa variedad canina que existe en este mundo, hay -¡ay!- una raza absolutamente aparte.
Aparte, porque viven aparte del mundo o en un mundo propio limitado al perímetro de su polígono, del que no salen jamás. Eso es sentido de la territorialidad y lo demás tonterías. A ver quien es el guapo que aguanta toda su vida sin salir de su barrio.
Suelen ir sucios, ser malencarados, tuertos o cojos, y feos, los más feos que Dios ha puesto en este mundo y tener bastante malas pulgas.
Esto hay que matizarlo. Cójase un compás enorme y trázese un semicírculo teniendo como eje el centro del portón de la nave en la que habitan: ese semicírculo es terreno exclusivo. Ni se te vaya a ocurrir poner un pie dentro pues es más que seguro que te quedes sin él. Da igual que el perro sea grande o pequeño: si metes el pie ahí sin autorización del dueño -y del perro, porque hay una extraña simbiosis entre ambos- lo pierdes. Y claro, es difícil no meterlo ya que dicha figura geométrica simple es totalmente invisible. Sólo la ven ellos, si serán jodíos. Aquí, más de uno se ha llevado un buen susto. Desde mi ventana he visto a algún cartero -¡qué clásico!- que sin arrimarse a la nave ni casi parar la moto, ha tirado el correo hacia el interior de la nave y ha salido zumbando en cuanto el can asoma las orejillas. Y eso que a veces el cerbero no levanta ni una pulgada del suelo aunque la mala leche la gasten en millas.
Pero por las mañanas, cuando vuelve la actividad y se levantan las persianas y sus dueños los sueltan para que correteen y desfogen y hagan sus cosillas, entonces, ya fuera de su perímetro reservado resulta que no son tan fieros y hasta dan un poco de pena.

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