viernes, 13 de noviembre de 2009

Tan solico en el mundo

La soledad

Como casi todos los días a la hora del café aparecen los comerciales de la empresa de alarmas vecina. Uno de ellos se enfrenta a la barra y mientras pide su café saca de su bolsa un pequeño ordenador. Lo abre y se pone a teclear.
Todos los que estamos cerca miramos involuntariamente pensando en la norma tácita que acaba de infringir: a la hora del café no se trabaja. Sus compañeros empiezan con la broma y le jalean: ¡desde que se ha comprado el cacharrillo no hay quien le hable!
Él, el más apuesto y joven de todos los comerciales, sonríe más que satisfecho mientras navega por el internés y muestra a todos las bondades del aparato. Hasta tías en bolas saca. Grandes risas y alborozo de la concurrencia.
Llega Sole con el café y le pregunta que para qué quiere ese cacharro.
- Mujer, esto es el futuro, aquí está todo.
- No, sí ya. Pero, a ver, ¿para qué lo quieres?
- Pues para estar en el mundo...
Sole se da la vuelta y todos alcanzamos a oír su comentario: “Total, que tú vives en un pueblo que está fuera del mundo...”.
A lo que contesta otro comercial medio en broma:
- Mentira Sole, puta mentira. Di que el tío este vive solo y se mata a pajas mirando a las titis que salen por el cacharrito.
Remate y puntilla de Sole, camino de la máquina de café:
- Animalico...
Hay tanta lástima y tanta soledad adivinada en este último comentario, que el joven y gallardo vendedor, el éxito suburbial hecho carne, cierra la tapa de su ordenador y abrumado, lo guarda en su bolsa nueva.

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